martes, 3 de enero de 2012

ACTITUD Y PERSUASIÓN


Existen diferentes definiciones para tratar de explicar lo que realmente significa “actitud”. De forma sencilla podríamos decir que las actitudes son valoraciones que hacemos sobre personas, ideas, formas de comportarse, o cualquier otra cosa que nos permita evaluar e inclinarnos a favor o en contra.
 
Es importante decir que gracias a las actitudes podemos reunir elementos que nos ayudan a predecir muchas conductas, y así, de manera casi automática somos capaces de anticiparnos, como por ejemplo, a la hora de elegir un regalo.

Nos ayudan a satisfacer una de nuestras necesidades más básicas: organizar nuestro conocimiento para dotarnos de control sobre el entorno. Una vez formada una actitud, nos inclinamos a buscar información y recibir estímulos que refuerce o valide nuestra actitud, ignorando selectivamente la información que no coincida con ella.

Un ejemplo muy bueno se encuentra en la wikipedia, cuando dice:

Desde el punto de vista afectivo, es posible encontrar algunas actitudes básicas en el hombre, que servirán para describir su comportamiento social del mundo. Así, la actitud del amor implica compartir penas y alegrías (que habría de ser la respuesta), mientras que el estímulo serían las penas y alegrías originales que luego habríamos de compartir.
Si asociamos el bien al amor, mientras que al odio, al egoísmo y la negligencia les asociamos el mal, disponemos de una ética elemental bajo la cual organizarnos.

Ahora bien, podemos modificar o reorientar nuestras actitudes, y lo que suele ser más interesante: Pueden o podemos cambiar la actitud de los demás, es decir, podemos “persuadir”. Todos en algún momento hemos intentado persuadir a alguien. Puede haber sido a la hora de vender algún producto o servicio, o quizá, cuando intentábamos ligar con el chico/a de turno. 

Para influir y cambiar la dirección de las actitudes de aquellos que intentamos persuadir, debemos tener en cuenta el mensaje que vamos a expresar, igualmente importante es contar con un buen emisor, considerar claramente los aspectos más significativos del receptor, confeccionar un buen mensaje, y por último, elegir el canal más apropiado.
Existen estudios relacionados con una psicología tradicional, que afirman que los mensajes emitidos por personas atractivas persuaden más. Que las personas que hablan rápido persuaden con más facilidad. Que las personas expertas poseen una mayor facilidad para persuadir, etc.

Aun así, suceden casos igualmente interesantes cuando nos sorprendemos cambiando nuestra actitud ante personas que intentábamos persuadir. El persuasor, acaba persuadido.